La superación de las necesidades de la vivienda y la satisfacción de las aspiraciones habitacionales de la población son las maneras tradicionales de atender y asumir la vivienda como fenómeno a estudiar u objetivo de las políticas públicas. La vivienda constituye además el uso mayoritario del espacio construido en las ciudades y es en términos latos, un elemento que define la estructura urbana y la modifica a través de la construcción de nuevas viviendas, su compra-venta, renovación, demolición y eventual densificación. En estos procesos intervienen diversos actores e instituciones (sociales, políticos y económicos) así el acceso a la vivienda, o los efectos de su producción generan movilización y participación social, con los que se busca la consecución del derecho a la misma y a la ciudad.

En estos temas, las ciudades latinoamericanas muestran evoluciones variadas. Mientras en algunas ciudades el déficit de vivienda se reduce en otras este persiste o se amplía y persiste el debate entre la prioridad que se debe dar al déficit cuantitativo (mediante la construcción de nuevas viviendas) o cualitativo (mediante el mejoramiento de vivienda y barrios). Por su parte las políticas de vivienda se orientan mayoritariamente a la promoción del acceso a la vivienda nueva por medio de subsidios a la demanda, lo cual suscita debates sobre los efectos urbanos de esta producción de vivienda (como la expansión urbana y la concentración de hogares de bajos ingresos) y abre espacio a políticas alternativas (como la producción social del hábitat, o la transformación de la vivienda por parte de sus habitantes). Sobre los mercados de vivienda se evidencian procesos de especulación que ponen en cuestión la accesibilidad de la vivienda para los habitantes tradicionales de las ciudades, causando procesos de gentrificación. En fin, la convivencia y apropiación del hábitat en conjuntos habitacionales (cerrados o no) parece ser un fenómeno central para los habitantes, pero con relativamente poca investigación.