Una de las actividades más afectadas por la pandemia Covid-19 fue el de los viajes y el turismo. Los dos fenómenos tienen en común la movilidad e introduce una de las prácticas más dinámicas de la sociedad contemporánea. En la pandemia, pasamos de un turismo de masas a uno de pequeños grupos; de un turismo más comercial a uno que se pretende sostenible, de cercanía y de menor escala. Se pensaba que, con el fin de la crisis sanitaria, tanto los turistas como los actores locales involucrados en sus prácticas volverían transformados. Sin embargo, con la re-apertura de los destinos y la vuelta de la movilidad, lo que se nota es el regreso a las prácticas economicistas y masivas de la actividad turística. En América Latina y el Caribe se continúa tomando el turismo como un elemento dinamizador de economías locales y una estrategia de desarrollo desde los discursos institucionales. Basados en esas ideas preestablecidas sobre lo beneficioso del turismo, los diferentes gobiernos latinoamericanos han tendido a incentivar el constante arribo de turistas, hasta llegar año tras año a competir por cuál es el principal destino turístico latinoamericano o quién es el que más turistas internacionales está logrando atraer.
Sin embargo, las prácticas turísticas y los turistas en sí en los territorios no son neutrales, sus acciones y las de otros actores del sistema turístico logran intervenir de tal forma en los territorios que los transforman. Esas transformaciones pueden ser impuestas por el poder económico, pueden ser adaptaciones que logran realizar los actores locales ante estas nuevas dinámicas, pueden ser conflictivas y de total rechazo por parte de las comunidades o incluso de una absoluta indiferencia frente a esas prácticas turísticas. Lo que sí es cierto, más allá de las posturas de los actores respecto al turismo, es que hay, en un destino turístico, una transformación física, económica, ambiental, cultural y/o social.

No todos los actores -anfitriones e invitados- son conscientes de que hay maneras alternativas de desarrollo turístico donde la preservación de la biodiversidad, de la plurietnicidad y de la diversidad cultural. Por ello, es primordial el dialogo de las políticas públicas con las comunidades locales, entidades públicas y privadas donde prevalezcan principios básicos de un turismo responsable como lo son: sostenibilidad, inclusión, alteridad, ética e igualdad.